Muchas personas utilizan los mandalas por sus virtudes terapéuticas: mientras se pinta un mandala en calma y con música relajante, la persona está más autocentrada, realiza una meditación mientras pinta, concentra su energía en el dibujo, y encuentra un equilibrio personal.
Con los niños no pasa exactamente eso. Que nadie crea que por pintar un mandala su hijo se va a convertir en un yogui en potencia, pero es otra alternativa muy válida para colorear además de los dibujos típicos.
Los mandalas utilizan geometría y ayudan a los niños a familiarizarse con los símbolos mientras disfrutan. Y colgar luego el precioso mandala en casa es una estupenda recompensa.
Una buena idea que nosotros hemos puesto en práctica es utilizar brillantinas, telas o diferentes materiales y hacer unos mandalas muy orginales que hemos regalado a familiares.
Cuando haya muchos niños en vuestra casa o en una fiesta de cumpleaños un posible juego es dar a cada niño un mandala recortado (todos el mismo) y que cada uno lo pinte a su estilo. Salen verdaderas obras de arte. En algunos centros escolares pintan mandalas y luego los cuelgan del techo.
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